Décimas para un cuatro y un violín
22 de junio de 2010
"Porque sus almas habitan en la casa del mañana que vosotros no podéis visitar, ni siquiera en sueños". -K.Gibrán
A una tarima vacía
entre sueños de colores
fueron a buscar honores
los niños de mi poesía.
El primero sostenía
un encordado tesoro
como si fuese de oro
y aquel niño recordaba
a la patria que adoraba
en su instrumento sonoro.
De mi otro niño y su anhelo
nacieron un par de notas
y a pesar de su ala rota
deslizó el arco hacia el cielo.
Su sonido rompió el hielo
y de amor nacieron trinos
manantiales cristalinos
a cuatro manos brotaban
sublimes notas marcaban
sus musicales caminos.
Tras la mojada cortina
que en sus ojos se formaba
dos madres se disfrutaban
el acto desde una esquina.
Aquella tibia cocina
se convirtió en escenario
y se borró el calendario
cuando las cuerdas sonaron
y al unísono crearon
un sonido extraordinario.
Se llenó el aire de infancia,
de melodías y sueños
que dos niños caribeños
hacían sonar a distancia.
Con singular elegancia
cuatro y violín se abrazaban
sus cuerdas entrelazaban
en aquel primer concierto
formando con gran acierto
el dúo con que soñaban.
De aquellas notas sembradas
en el huerto de sus vidas
testigos fueron unidas
dos mujeres asombradas.
Y así quedaron selladas
en silencio las promesas
que hicieron ambas princesas
a sus músicos nacientes
ser siempre fieles oyentes
de sus melódicas piezas.
fueron a buscar honores
los niños de mi poesía.
El primero sostenía
un encordado tesoro
como si fuese de oro
y aquel niño recordaba
a la patria que adoraba
en su instrumento sonoro.
De mi otro niño y su anhelo
nacieron un par de notas
y a pesar de su ala rota
deslizó el arco hacia el cielo.
Su sonido rompió el hielo
y de amor nacieron trinos
manantiales cristalinos
a cuatro manos brotaban
sublimes notas marcaban
sus musicales caminos.
Tras la mojada cortina
que en sus ojos se formaba
dos madres se disfrutaban
el acto desde una esquina.
Aquella tibia cocina
se convirtió en escenario
y se borró el calendario
cuando las cuerdas sonaron
y al unísono crearon
un sonido extraordinario.
Se llenó el aire de infancia,
de melodías y sueños
que dos niños caribeños
hacían sonar a distancia.
Con singular elegancia
cuatro y violín se abrazaban
sus cuerdas entrelazaban
en aquel primer concierto
formando con gran acierto
el dúo con que soñaban.
De aquellas notas sembradas
en el huerto de sus vidas
testigos fueron unidas
dos mujeres asombradas.
Y así quedaron selladas
en silencio las promesas
que hicieron ambas princesas
a sus músicos nacientes
ser siempre fieles oyentes
de sus melódicas piezas.
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