Matices

Voy por la vida al revés,
pero hermosa.
Soy la mujer de matices diferentes
que no permite descansar sobre su piel valiente
ni al oro,
ni a la seda,
ni a las rosas.
En cambio me arrebata sentir sobre mi pecho
la natural crudeza de una concha de caracol,
la tosquedad de una piedra centenaria y gris,
o lo primitivo del cuero después de secado al sol.

Mi matiz preferido es la libertad para soñar,
pues soy la que sueña con vivir descalza,
con arrancarme la ropa del cuerpo y del alma,
y que me acaricie cual amante el apasionado mar.
En mis nocturnos jardines sueño que soy mariposa
y que en otras vidas me transportaban mis alas,
siguiendo un fino olfato y cierto instinto de malvada
hacia el sudor de otros cuerpos para posarme gozosa.

Mis colores y mi olor provienen también del sol,
el mismo sol que me pinta de bronce;
esa eterna estrella diurna que no conoce la noche
y que perfuma mi pecho con mi propio sudor.
Tengo en mi alma simple los colores de una flor,
no sutil y delicada, sino fragante y genuina,
acarreada por el viento en ráfagas cristalinas
derramando por el mundo los matices de mi amor.