Sal
22 de junio de 2010
Debe de haber algo extrañamente sagrado en la sal. Está en nuestras lágrimas y en el mar. -Khalil Gibrán
Mi espíritu es de viento, pero mi cuerpo es de sal.
Su sabor está oculto en mis ojos
y sale de su escondite
con cada lágrima que le regalo a mi piel
luego de soltarlas para descargar mi carga
y cuando las derramo sobre el hombro de un amigo.
Tengo más sal acurrucada entre mis poros
y despierta de su estupor
en cada gota de sudor que me recorre
luego de jugar a saltos con mi hijo.
Un día mi boca probó mi sangre, y también es salada.
Debe ser su sal la que me cambia de sabor el alma
cuando me desvela una noche triste y desdichada.
En mí se funden las lágrimas, el sudor y la sangre
y se convierte la mezcla en gotas de un mar gigante
que se evaporan y suben, perteneciéndole al aire.
El aire y yo.
Yo y la sal.
La sal y el mar.
El mar y mi espíritu.
Mi espíritu y mi sangre.
Mi sangre y mi sudor.
Mi sudor y mis lágrimas.
Mis lágrimas y yo.
Yo y mi espíritu.
Mi espíritu es de viento, pero mi cuerpo es de sal.
Igual que el mar.
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